lunes, 12 de abril de 2010

Balance Final Del Montecarmelo

CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Martes 16 de Enero de 2001


Balance Final Del Montecarmelo

Dos obras muy distintas cerraron la séptima versión de Lo Mejor de la Danza en el Montecarmelo: "Sin respiro", de Elizabeth Rodríguez, y "Al Sur", de Luis Eduardo Araneda, con el Ballet Nacional.

El trabajo de Rodríguez, consistente al máximo, transitó por un inconsciente construído sobre un mundo de imágenes y sensaciones que las bailarinas interpretaron con gran intensidad. Esa construcción rica, llena de matices, y ritmos interiores, se tradujo en frases coreográficas sin mayores sorpresas desde el estricto punto de vista del movimiento, pero que sí lograron "hablar" de esa otra realidad de manera efectiva gracias a la combinación exacta de danza y elementos como el vídeo, la plasticina, el agua y el chocolate, por citar algunos. Esta variedad - que Rodríguez dosificó en cada cuadro y que apoyó con una excelente iluminación de Luis Reinoso- sorprendió al abrir siempre nuevas puertas de comprensión al público, empujándolo cada vez un paso más lejos. "Sin respiro" es un concierto visual que deja de manifiesto la seriedad con la que trabaja esta compañía y el buen momento creativo por el que pasa esta artista que, a pesar de llevar años en el medio, siempre se las ingenia para sorprendernos.

"Al Sur", de Luis Eduardo Araneda, propuso otro universo, mucho más cercano, menos intelectual, que se desarrolló en los marcos musicales de la hermosa partitura de Jaime Barría interpretada por Bordemar. El resultado fue armónico, dinámico, con determinadas imágenes de pareja de mucha belleza - un sello de Araneda- , pero monótona. Sin embargo, el buen desempeño de los bailarines del Ballet Nacional, cuyos integrantes tienen vasta experiencia en la interpretación de obras de corte contemporáneo, enriqueció una propuesta que pudo ser mucho más.

Vale consignar que los problemas de sonido de la primera noche fueron superados y que la labor del equipo técnico fue buena. También cabe destacar el nivel alcanzado, como maestra de ceremonia, por Karen Connolly, quien ha hecho de sus intervenciones verdaderas píldoras educativas, entregadas con mucho humor y calidad.

Para el 2002, los organizadores debieran reevaluar la incorporación de grupos extranjeros. Si bien es una buena idea enriquecer la muestra con obras de otros países, éstas deberían ser de un mejor nivel que el exhibido este año por las compañías argentinas El Arbol y El Disparador.

Por último, a modo de reflexión, hay que decir que la programación de este año evidenció que los coreógrafos nacionales apuestan hoy por espectáculos donde la danza está fuertemente custodiada y potenciada por los elementos que completan el espectáculo visual obligado de esta era, que llegan fuerte a los sentidos. A eso va ligado - y es lo más interesante- la búsqueda de un concepto estético que bien puede marcar la diferencia. Ahora, en lo estrictamente dancístico, no vimos nada que sorprendiera. El suelo sigue siendo el plano favorito, mientras algunos coreógrafos sólo continúan desarrollando esas frases que ya tienen su sello - como Araneda- , mientras otros repiten y repiten sin lograr comunicar de manera efectiva ese rico mundo interior que los inspira. Sin embargo, más importante que todo esto es que, sin duda, la danza contemporánea nacional sabe decir hoy mucho más y mejor que hace siete años.
Carmen Gloria Larenas.