domingo, 25 de enero de 2009

bordemar argentina

La música chilota nació en una isla. La tradición es un mix entre la música indígena y la influencia española y conserva su ancla en las costas de Chiloé, a 144 kilómetros de Puerto Montt. Allí está su esencia. Sus instrumentos, el sonido ambiente del paisaje y el follaje industrial de la región: la pesca. Las escamas de Bordemar, que ha girado por toda América y Europa, aún conservan esa prestancia. La banda abrió el océano allá por 1983, con las sombras de Pinochet sobándoles la espalda a unos profesores de música que habían sido amigos en la época de la Universidad Austral. Desde entonces llevan grabado casi una decena de discos, que oscilan entre el folclore, la música de cámara, el pop y el jazz. En esta entrevista Jaime Barría Casanova director musical, encargado también de los teclados y la percusión da testimonio de los años dorados y el presente musical de Bordemar, que además integran: Fernando Álvarez (guitarra y voz), Soledad Guarda Andrade (violoncello y voz), Catherine Hall (flauta traversa) y Eugenia Olavaria en violín

¿Cómo y cuáles fueron la circunstancias que llevaron a juntarse y armar Bordemar?
Fue el año 83, bajo la dictadura. En ese momento surgió aquí un gran movimiento cultural de valoración de nuestras raíces, de lo que somos. A esta época se la ha llamado el renacimiento chilote de las artes y abarcó el renacer de la identidad chilota en varias ámbitos; se da en la arquitectura, la poesía, la pintura, la gráfica, lo textil y por supuesto en la música. Era un tiempo en que se buscaban las formas de estar con el otro organizado frente a tanto avasallaje de todo tipo. Este era un movimiento de participación de mucha gente, que organizaba presentaciones para los presos políticos, los relegados, las ollas comunes, en fin. Este contexto fue dando pie a que la música de la banda Bordemar llegara a ser escuchada como una música que describía los sonidos de la isla, al hombre chilote y su entorno que surge en el borde del mar.

La mirada que siempre se destaca de la música chilena, es que ustedes tienen una apropiación del folclore como elemento de distinción (y valoración) que no tenemos nosotros. Acaso como Brasil tiene con la bossa. ¿Cómo lo ves? ¿Y por qué?
Si, la valoración del folclore es parte de ese movimiento de renacimiento chilote de las artes, porque el folclore es parte de nuestra identidad, de lo nuestro y ha generado cohesión social a través de la música. Eso es fundamental y es lo que ha permitido que con la banda Bordemar sigamos tocando hoy, expresando el respeto a nuestras tradiciones e historias, retomando el hilo histórico de las antiguas formas musicales e instrumentales de las bandas chilotas, pero no para quedarnos pasivos contemplando ese pasado sino para construir historia nueva, proyectando nuestra música al futuro.



Si algo tuvo (y tiene) el folclore chileno, al margen (y sobre todo) en la profundidad de sus letras, es la capacidad permanente de fusionarse con otros ritmos como el jazz o la música de cámara. Bordemar es un claro ejemplo porque atraviesa esas melodías ¿Qué elementos (históricos, también) sirven para fundamentar esta hipótesis?
Los pueblos son anteriores a las fronteras políticas de los Estados y el folclore chilote, el de antes y el de ahora y en el cual se inscribe lo que hacemos con la banda Bordemar, es eso; folclore chilote y es como tal que ha pasado a ser conocido y valorado también en otras partes de Chile pero también en otras partes de otros países. El pueblo chilote fue y sigue siendo de alguna manera hoy todavía Un pueblo nómade que llevó su cultura en sus viajes y se fundió en esa identidad aún más grande que es la de la Patagonia. Por otro lado, recoge la cultura que traen los jesuitas de Europa al archipiélago y de esa manera se hace heredera de la música celta, por ejemplo. Y esa musicalidad sigue mutando en fusiones, sincretismo y mestizajes varios porque sigue expresando al Chiloé que pervive, no al de los museos, que es ese el que no cambia.

Es increíble el impacto que provoca la música. Vivo en Puerto Madryn y siento, a pesar de las diferentes tradiciones, que esa música es también mía, porque vivo con el agua del mar azotándome la nuca. ¿La virtud de aquellos que hacen de la música su universo, es lograr ese impacto?
Yo vivo esta capacidad de componer o de crear música como un don, como algo que me fue dado y ante lo cual yo estoy en deuda, y es por eso que siento que me debo a ese don de alguna manera soy también parte de la figura del misionero de la cultura del bordemar, del paisaje, mitos y tradiciones de los hombres de mar que tu viven en tu propio puerto, allá en Puerto Madryn.

Creo que sólo las influencias musicales no hacen a la construcción de una identidad artística. Pues entonces ¿Sobre qué influencias culturales se asienta Bordemar?
Tienes razón, la cultura es más bien un estilo de vida informado por una determinada cosmovisión del hombre y del mundo, la gracia del quehacer artístico y sus productos culturales es que permiten que la comunidad se vea a sí misma -en su particular estilo de vida y cosmovisión- en esas prácticas y productos. En ese momento o proceso ¿Qué es primero, el huevo o la gallina? Imposible separarlos; son momentos de un mismo movimiento. Bordemar expresa, en lenguaje de la música, la cultura chilota y esta es basta, rica, compleja y contradictoria.

Cómo fue ese salto, de la música que venían haciendo, a ese desafío personal maravilloso que fue “Collage”.
Collage tiene que ver y es expresión también de un momento particular solo que personal; acá se trata de mi propia historia de vida y ese momento de inflexión que es el amor de pareja y la formación de mi propia familia. Mirado desde este ahora, creo que en la obra Collage asumo más riesgos porque experimento el placer de crear música sin la protección de la legitimidad del carácter comunitario del sonido bordemar. Estoy feliz de haberlo hecho.

¿Alguna vez tocaron en Argentina?
Si claro, estamos yendo desde los tiempos de creación de la banda y es siempre una experiencia enriquecedora; vamos como músicos chilotes y nos reencontramos a nosotros mismos como músicos de la Patagonia, de esa Patagonia compartida chileno-argentina. En esos viajes hemos estado en Bariloche, San Martín y Río Turbio. Hasta tenemos un premio que nos dieron en Bariloche, el premio de la fiesta de la rosa mosqueta en el año 96.
Leonardo Iglesias