martes, 8 de marzo de 2011

el cordillerano

EXPONENTE DE LA CULTURA CHILOTA


Emblema musical del mítico archipiélago, supo protagonizar hace años ya, un intercambio con el dúo Chehébar-Navarro. Quien dejó de existir es Catherine Hall, estadounidense de origen y chilota por opción, flautista de Bordemar. Gracias a las reglas de reciprocidad que existen en el mundo de la música, a comienzos de los 90 un escenario de Bariloche tuvo la suerte de cobijar a Bordemar, agrupación que encarna las tradiciones culturales chilotas en materia de música. Quienes en aquella oportunidad pudieron acercarse al universo sonoro del archipiélago más encantado, se dejaron sorprender por la riqueza de un acervo que de tan cercano, a veces pasa desapercibido para el gran público.


En efecto, fue gracias al dúo Chehébar-Navarro que tuvimos la oportunidad de asomarnos a ese bagaje sonoro tan rico y característico como el ecosistema al cual alude el nombre del conjunto: esa franja vital que designa tanto a la bajamar como a la marea más alta, donde los chilotes marisquean y a la vez, atesoran sus embarcaciones a la espera de las corrientes y los vientos propicios. Un poco más allá los otrora interminables bosques de arrayanes, canelos y cipreses. El mundo agrario, en suma, en íntimo contacto con la cultura marinera del país vecino.


Pues bien, quienes se amigaron con esos violines dulzones y esas flautas melancólicas se entristecerán al saber que el último sábado dejó de existir Catherine Hall, estadounidense de origen que sin embargo, durante dos décadas operó como baluarte de Bordemar. Con apenas 54 años, la partida de la exquisita artista ensombreció a los chilotes en particular y a todos los que aman la música con identidad, a uno y otro lado de la cordillera.


No debe haber muchas historias similares. Oriunda de Nueva York, Hall llegó a Castro, la capital de Chiloé, en 1982. Cuentan las crónicas que desde su arribo se identificó con la cultura insular. Esa descripción coincide con la que elaboró el investigador e historiador Renato Cárdenas, quien estuvo vinculado sentimentalmente con la flautista. “La Cathy en los años '80 fue pieza clave en los Talleres Culturales. Ella tuvo siempre claro que era necesario contextualizar su música con las raíces chilotas”, precisó.


En un contexto de mirada chilota, Cárdenas tuvo la ocasión de participar junto a la estadounidense en la elaboración de dos libros: “Manual del pensamiento mágico y defensa de las creencias populares” por un lado, y “Los chonos y veliches de Chiloé”. En el último de los trabajos también participó el historiador Dante Montiel. En los últimos años de su vida, Hall distribuyó su actuación cultural entre Chiloé y Puerto Montt, con Bordemar en el centro de la agenda.

Cámara y folklore
En términos artísticos, la del grupo chilote es una propuesta cercana a la música de cámara, pero con la recuperación del formato de la banda chilota. De hecho, Soledad Guarda es la intérprete de chelo en la agrupación. Para ella, “esta es una verdadera pérdida para la música. Cathy para mí es más que una colega de labores, sino que una amiga y hermana. Compartimos muchas cosas con los demás integrantes del grupo. Bordemar perdió una integrante de esta gran familia”, precisó la artista, quien actualmente es la directora municipal de Cultura de Castro.


La Banda Bordemar se formó en abril de 1983 en Puerto Montt, con profesores de Música. Hasta hoy, el grupo realiza un trabajo de búsqueda de un lenguaje propio y en ese camino, mezcla la música folklórica con la de cámara, junto a elementos del jazz y del pop. Según esa definición, no puede sorprender que oportunamente, sus pasos se cruzaran con los del dúo que en Bariloche conformaron Claudio Chehébar y Roberto Navarro.


El repertorio de Bodemar se constituye principalmente por composiciones de Jaime Barría Casanova, su director y fundador, repertorio que se complementa con temas de la música de Chiloé. El grupo hizo trascender a la música chilota fuera de los contornos de la isla, ya que tocó a lo largo de casi todo el territorio chileno “y en casi cada una de las localidades de la décima región” según se enorgullece.


Como decíamos, “el nombre "Bordemar identifica a la cultura chilota, donde todo transcurre en el borde del mar, en cuya orilla se construyen las ciudades y pueblos, con un sistema de construcción, alimentación, artesanía naval y textil, siendo además el lugar donde se produce el intercambio de productos del mar y la tierra, entre culturas locales”. En Bordeman, Catherine tocaba la flauta traversa. Además de los músicos que ya mencionamos, integran la agrupación Eugenia Olavarría (violín), y Fernando Álvarez (guitarra y canto). Además de dirigir, componer y arreglar, Barría está al frente del piano. Ojalá queden varios capítulos por escribir en la historia de Bordemar.