Bordemar es, por estos días, la más refinada expresión musical producida en la zona de Llanquihue. No se tiene mejores noticias acerca de un sonido que sintetice con mayor definición la complejidad cultural de nuestra provincia, ni se resuelva con semejante maestría el difícil problema de incorporar con equilibrio los elementos académicos y populares, tal como resulta agradable apreciar en los 36 minutos de música de “Colores de Chiloé”, primer carrete comercial de la banda porteña.
El “Sonido bordemar” ha superado con tranquilo donaire los limites del criollismo, para expandirse hacia la pluralidad de gustos e interpretaciones estéticas. Ello ha ocurrido en virtud de la genuina identidad cultural de esta música, fuertemente enraizada en su hábitat, pero atenta a las lecturas clásicas de la tradición occidental y el sesgo agresivo de la acústica contemporánea. En un repertorio que sobresale por su homogeneidad estilística, basta mencionar el arreglo para el tema tradicional “La Huillincana” como una muestra de la fuerza y delicadeza expresivas, y como solución de atmósferas musicales distintas, logrando extraer de una pieza ya petrificada por el folklore turístico, una recreación plena de vigorosa belleza.
La presencia de estas claves culturales, por lo demás, común en la formulación de otras artes que, en nuestra región, trata de levantar la más reciente generación de músicos, escritores y pintores. Se procura privilegiar lo vernáculo por sobre lo foráneo- aunque sin rendirse ante la tradición- y de buscar lo nuevo en lo viejo sin acomodarse en el mero formalismo naturalista. Es del todo razonable suponer que, para emprender esta tarea, se exige no sólo esfuerzo y entusiasmo, sino, también, capacidad creadora.
En este sentido, el rol formador ejercido por la Universidad Austral ha resultado relevante, sobre todo durante la primera mitad de la década anterior, incluyendo positivamente en la orientación de esta habilidades, de tal modo que numerosos creadores jóvenes de la región han focalizado sus estudios en los componentes culturales que nos son más cercanos, haciendo de nuestras cosas una fuente de recurrencia temática más permanente
Tiempo es, por otra parte, que esta generación asuma el liderazgo cultural que le corresponde, organizandose para conseguir los apoyos institucionales y los espacios materiales que necesita para alcanzar niveles superiores de creatividad y resonancia.
Celebramos la música de Jaime Barría Casanova, compositor de la totalidad de los títulos que hacen el repertorio de la banda Bordemar. “Colores de Chiloé”, constituye un hito en la consolidación de la personalidad de sólidas cuadernas, constituida con paciencia de artesano y con el talento de un verdadero artista.
Diario El Llanquihue, Junio 1990,
Puerto Montt.