Desde hace muchos años la historia de la música de Chiloé comenzó con los estudios de Carlos Isamitt y Carlos Vega, estudios que posteriormente, en la década de los 50 y 60, profundizaron Violeta Parra, Margot Loyola, Héctor Pavez, Gabriela Pizarro y los conjuntos Millaray y Chamal. Todos ellos vienen al descubrimiento, investigación, elaboración, recreación y difusión del cosmos musical chilote.
A partir de entonces vamos entendiendo que la expresión folklórica de cada país, de cada región, de cada área, esta constituida por elementos que son permanentes y otros que deben renovarse necesariamente, sino seguiremos escuchando al lobo marino con gorro de lana. Esta peligrosa repetición aleja a la expresión popular, de un arte dinámico, vivo, natural y cambiante.
En Chile, en esta década del ochenta, vacilante y renovada, rockera y new weave, avanza con la coexistencia musical de géneros como el folklore, canto urbano, el rock, el jazz y la música de fusión. Basta citar ejemplos como Congreso, Fulano, Schwenke y Nilo, Los Prisioneros, Electrodomésticos, E. Peralta, Pedro Yañez, Margot Loyola, Santos Rubio o René Inostroza, a los cuales hay que acompañar a los hermanos músicos del exilio como Inti Illimani, Quilapayun, P. Manns, Ortiga y el gitano Rodríguez. Todos, cual más cual menos, son ejemplos que han desarrollado un estilo, una personalidad propia en el amplio espectro musical chileno, latinoamericano y quizás mundial.
Es aquí justamente, en el arco iris musical chileno, donde situamos a pesar de las distancias, el trabajo de la banda Bordemar, en la originalidad, personalidad y unicidad de su propuesta.
Esta banda, cuyo nombre responde al “espacio entre la alta y baja marea, tierra y mar”, es la continuación de las banda tradicionales, populares en el siglo XVIII, y mantenidas hasta el día de hoy en Chiloé. Está inspirada en dos variantes fundamentales: la rica tradición hispánica asentada en la isla, y la expresión autóctona y vernacular de las culturas aborígenes.
Bordemar ha creado composiciones tradicionales a las cuales le ha dado el suficiente aire de inspiración renovadora, creativa y contemporánea. De la misma forma han creado composiciones originales que describen melódica y festivamente el entorno chilote, el paisaje, los lugares de Puerto Montt, las costumbres, las tradiciones los usos y el modo de ser de esta rica cultura, incluso más allá de la geografía oficial (desde la ribera sur del Maullín y la Patagonia).
Así, al escuchar la música de Bordemar, sentimos muy profundamente el ritmo de las mareas, los matices de colores chilotes, el movimiento lento y valseado del archipiélago, las travesuras del camahueto, el romanticismo de una noche de Cauquiles o de las dalcas navegando, y la sincopa de la Segrilla y maja.
Este sonido generado por Bordemar, en la utilización de diversas formas, modos, matices y estructuras de la música occidental, llamase barroca, renacentista o contemporánea, unida a los ritmos tradicionales de la cueca, rin, vals, Segrilla o Huillincana, permite afirmar que la creación esta viva, no ha muerto. Que Chiloé, es una cultura emergente, que sus costumbres y modos de ser deben estar en permanente rescate, valoración profundización y difusión.
Necesitamos trabajos y propuestas como la de Bordemar. Por eso la aventura ha comenzado, les espera una tarea difícil. El largo camino del arte recién se abre para ustedes: Jaime, Soledad,Luis, Raúl y Fernando y quienes aman la música, como muchas cosas en esta vida; esperamos que su trabajo sea de la misma forma como hasta ahora.
Tal como escribió Renato “Machi” Alvarado, compañero de tantas jornadas de la Banda Bordemar: “Ustedes reafirman la identidad del pueblo chilote, testimoniando que nuestra cultura está viva y en marcha, que vamos creciendo y navegando”.
Puerto Montt, Viernes 11 de Diciembre de 1987
Radio Reloncavi.-