Cuando alguien les insistió que su música era similar a la de algunos grupos de la bretaña francesa; que había algo de herencia céltica en la mezcla que lograban, ellos respondieron que solo intentaban recrear lo que habían escuchado en Chonchi, Castro o Puerto Montt cuando eran niños.
Pero los músicos de Bordemar quisieron investigar la coincidencia y dieron con la respuesta: muchos de los españoles que llegaron a poblar Chiloé venían de Galicia, donde también la cultura céltica había dejado marcas.
Hace diez años nació el grupo. No siguen los mismos, pero el sentido que los unió se conserva: interpretar los sonidos de la isla. Describir la geografía a través de lo instrumental. Hablar del verde y del gris de las pequeñas comunidades, pero dejando de lado la forma usada por esos grupos chilotes a quienes les habían oído cantar,a toda voz, las historias del sur.
Jaime Barría, en la composición; Eugenia Olavarría con el violín, Soledad Guarda, al violoncello, y Fernando Alvarez, en guitarra, todos profesores de música egresados de la Universidad Austral, y Catherinne Hall, la quinta integrante quien se trasladó de la isla de Manhattan hasta Chiloé y aportó su flauta traversa; con ellos el grupo, en su formación actual, queda presentado.
Al reunirse, lograron reeditar todos los instrumentos de las antiguas bandas de Chiloé, abastecidas en ese entonces por los luthiers locales. Por eso pueden recrear los pasacalles, esas melodías cortas que tocaban y siguen tocando los chilotes para agradecer a un santo.
-Tratamos de mantener y recrear lo rítmico y lo melódico de nuestras raíces. En la isla tenemos nuestra forma de vivir, nuestra manera de hacer música. Así como usamos la tejuela, comemos el milcao y el chapalele, tenemos una música diferente a la del resto del país. Lo que hacemos tratando de describir el ritmo de la gente, su alegría, romanticismo y sensibilidad, esa forma del afecto, del cariño, del contacto cercano que permite saber lo que ocurre con cada persona, en cada casa-explica Barría, desde la casona que ocupan en la 21 de Mayo de Puerto Montt.
Raices, pero también elementos electroacústicos, por la idea es reinventar. Los sintetizadores aparecieron en sus composiciones, aunque Barría quiere dejar en claro que fue casual.
-Cuando íbamos a una localidad donde no había piano nos conseguimos uno electrónico, y ahí fue surgiendo una gama sonora que nos gustó y luego decidimos incorporar sistemáticamente.
Han grabado Colores de Chiloé y Bordevals y esta semana estuvieron encerrados en un estudio registrando su tercera producción, Mar Interior Op.3.
Todos temas instrumentales que mañana tocaran con dos objetivos: uno puramente artístico y otro para motivar la campaña de restauración de las iglesias que están desmoronandose en Chiloé.
Salen poco de la región, el recital de mañana en la Iglesia San Francisco quizá sea el único que den este año en Santiago. Jaime Barría asegura que no necesitan más, que les basta con los encuentros folklóricos que abundan en la zona y con sus propias incursiones de fin de semana por localidades pequeñas.
Somos de acá, somos músicos de la región, y en esta comunidad es donde nos interesa tocar. Queremos que la gente pueda sentir sus canciones, sus ritmos a través de nosotros.
Diario la Nación, Tablero Vuelto, Viernes 15 de Julio de 1994 Santiago