El segundo trabajo musical de la Banda Bordemar, aparecido recientemente en casete y próximamente en compact, me hace reflexionar sobre la evolución y proyección que una obra como esta tiene en el contexto nacional y latinoamericano.
Lo primero que se viene a la cabeza con la banda bordemar es la palabra originalidad Con bordemar asistimos a la revisión de la idea tradicional y romántica que se tenía de la originalidad que la emparentaba en cierto sentido con “la invención del hilo negro”. La creación entendida como un salto al vacio, a un campo donde la mayor o menor genialidad de un autor construía un mundo nuevo, el nacimiento de una “creatura”.
El proyecto creativo del Bordemar emprende un camino distinto, en cierta medida más modesto, que reconoce como punto de partida a una cierta tradición a partir de la cual es posible explorar: la obra no escrita de las legendarias bandas religiosas chilotas. La invención, la originalidad esta entonces no en el paso sobre el abismo sino en la recomposición, la desorganización y el reordenamiento de un trabajo anónimo hecho por otros.
Es interesante detenerse un momento en esta concepción creativa porque a mi juicio contiene una serie de elementos que son la materia prima de el debate actual en torno a la modernidad. A nueve años de 2.000 es natural que nos interroguemos sobre modernidad. Probablemente nunca antes como ahora la idea de modernidad había sido tan puesta en tela de juicio. Parece natural pues después de un siglo que se ha asombrado con el vértigo de cambios que ha producido la ciencia y la tecnología, amortiguando el pasmo, ahora comienza a interrogarse el como. ¿Que modernidad queremos? ¿Es toda invención un paso adelante respecto de lo preexistente? ¿O la invención también da pasos en falso respecto de lo que ya existía?. La catástrofe ecológica a la que asistimos parece desmentir brutalmente a esa modernidad de paraíso tecnológico que nos propuso algún día este siglo. “¿Qué Modernidad?” es entonces una pregunta urgente.
No es ninguna novedad ya que hay una misteriosa capacidad de predicción en ciertas manifestaciones artísticas. Algunos postulan que por ejemplo la obra de Kafka es una premonición de los horrores del nazismo y “1984” de Orwell es un adelanto de los horrores de la burocracia pre-perestroika.
En tal sentido también hay señales en las distintas expresiones en lo que se ha dado en llamar “post-modernismo” de una actitud crítica y cuestionadora en torno a la panacea de la modernidad tecnológica, que se refleja por una parte en un sentimiento de desencanto frente a la idea de “vanguardia” y por otro lado con una propuesta de trabajo sobre el cimiento de la tradición.
En la música latinoamericana hay dos casos notables en lo que se relaciona con la invención según las pautas de una determinada tradición. Uno de los casos más conocido de Astor Piazzola, que ha trabajado sobre la base rítmica y estructural del tango para la construcción de lo que el mismo ha llamado “La música de Buenos Aires”. Menos conocido pero igualmente sorprendente y atractivo es el trabajo de Egberto Gismonti con la música brasilera especialmente la nordestina, que conserva más frescas sus raíces africanas.
También en la música popular hay permeaciones de esta corriente de verdadera “ecología cultural”. De cierto modo la recopilación que fue la base del trabajo de nuestra Violeta Parra fue un adelanto de esta manera nueva de desafiar a la creatividad, que más adelante han tomado Bob Dylan, sobre la rica tradición de trovadores urbanos, Paul Simon y sus excursiones en lo exótico desde la perspectiva norteamericana y más recientemente todo el movimiento renovador alrededor de la salsa.
Ese es el contexto conceptual en que se mueve nuestro puertomontino Bordemar y por ello es que debemos “parar la oreja” para escuchar con detención su sonido, pues más allá de la nostálgica armonía de esas bandas de los poblados de la costa interior del archipiélago soplan allí las trompetas de una modernidad como esperamos que sea la del milenio que viene: Una modernidad a escala humana.
El diario Austral, Domingo 3 de Noviembre de 1991,Puerto Montt.