jueves, 14 de junio de 2007

Presentando a la Bordemar en Fresia./José Teigel

Esta vez comenzaremos tierra adentro, unos kilómetros más allá o más acá de este mar que bordea y abraza de mil maneras a la Isla de Chiloé. Y es que la música del Bordemar es la música de la Isla, es el parpadeo de sus luces nocturnas y el soplo de sus eternos temporales y la lluvia que golpea sobre los techos como si una bandada de gallinas estuviesen picoteando el trigo.
Bordemar no es un concepto aislado en esta forma de vida del sur; Bordemar es la articulación de una serie de factores que se unen para formar la cosmovisión del chilote; Bordemar es el mar ancho consus gestos efímeros, sus muertes eternas, sus faenas y su caldillo de robalo al mediodía; Bordemar es la tierra segura, el bosque talado inmisericorde; Bordemar es el levantamiento de nuestras casas y también es la bella excusa para hacer música.

La forma instrumental que adopta Bordemar corresponde, como bien dice la carátula de su primer casete, a las bandas civiles popularizadas en el siglo 18, y mantenidas, aunque con algunas variaciones, hasta el presente, en cada pueblo, villorrio o aldea de Chiloé. Sin embargo, más que la forma que adopta la Banda, está el espíritu que representa y el soporte anímico sobre el cual esta música navega, como un barco a remos por el cielo o como la tiradura de casas que todavía se siguen realizando en el archipiélago, a veces, como un simple espectáculo, como un show mostrado para la televisión; pero en la mayoría de los casos, navegando desde una Isla a otra con una lancha que lleva una casa a la tira, en la búsqueda de mejores cosechas, de mejores mareas

El Mar, el viejo mar tejedor de historias y azares y la tierra, la vieja tierra sembrada y cosechada, son además la preocupación de esta música habitada y habitable por encontrarnos con la vieja maravilla de que esta tierra y este mar habitado sea el paraíso prometido por preservar, la raíz que cautelar contra los viento del progreso. Si ayer Bordemar le componían música al mar interior de Chiloé, al archipiélago y un grupo de islas desde las cuales, en los días de calma, uno puede llamarse a voces, según cuenta Clemente Riedemann; a los chonos y los veliches; no nos cabe duda que dentro de esta música también cabe el estertor de la raza de los Cuncos, los primeros aborígenes que poblaron esta otro orilla, la Tierra de Fresia.

Si bien es verdad que la lluvia es nuestra mejor tarjeta postal, también la cultura del sur, sobre todo en las pequeñas villas y pueblos pequeños, se signa por la piedad, vale decir, el homenaje que se realiza en las iglesias y en el pueblo todo, a una imagen o algún patrono de la comunidad. Con el tiempo, se ha mantenido esta cultura, con menos fervor que hace algunas décadas pero con ese misticismo que se guarda en el corazón para levantar los ojos hacia lo alto en busca del Jesús de Nazareno, San Miguel Arcángel, la Candelaria o San Sebastian posedores del misterio y la maravilla de cautelar la fe sobre la tierra.

Música de la mitología , del camahueto, de los seres con los cuales intentamos reconstruir esta endeble realidad,música del Tenglo, Música sobre Puerto Montt, el Chiloé del Norte para algunos, el Milcao con Chuckrut, para otros; música también bajo el cielo de Fresia, por esta suralidad nuestra, Música de Bordemar para colectivizar nuestra propia esperanza en este tiempo que navegamos. Así sea.

( FRESIA -INVIERNO DE 1994)